El relato de la creación en nuestra cultura siempre tiene un protagonista masculino, como es el caso del mito griego de Prometeo y como consecuencia una lectura patriarcal de la historia.
El hecho es que lo masculino ha imperado en nuestro comportamiento de forma determinante o así nos lo han hecho creer, obviando o silenciando los valores femeninos. Y lo cierto es que lo femenino interviene más decisivamente en la creación de la vida y su mantenimiento en general, lo que
significa una capacidad muy importante a la hora del desarrollo humano.
Releyendo historias del mito nos hemos planteado una reflexión:
¿por qué no una visión feminista del mito, o sea de Prometea?. Sí
hasta aquí hemos llegado con la imposición patriarcal y así nos va,
¿qué hubiera pasado con una cultura matriarcal predominante, o
más bien con la incorporación de los valores feministas a la
sociedad, nos iría mejor? Este es el punto de llegada de la obra:
queda la esperanza de conformar un mundo más igualitario y
justo.
El punto de partida en la obra es la “creación del nuevo ser”,
seguimos con el “compromiso” de Prometea para entregar el
fuego del progreso a los mortales, por lo que Zeus le impone el
padecer cruel y afilado “castigo”. A cambio de prevenirle de la
posible amenaza que pende sobre Zeus, Prometea obtiene el
“perdón”, aceptando su nuevo “destino” en compañía de Pandoro.
Terminamos con un epílogo , donde encerramos los males y
sufrimientos y nos abrimos a la esperanza.
En esta revisión andaluza del mito, como es habitual en nuestros
montajes, el lenguaje es simbólico, colorista, cercano a nuestras
maneras de expresar, donde el movimiento, la música, la luz y la
emoción forman parte de nuestras vidas.