Esta obra es una crítica al pragmatismo que domina nuestra sociedad, personalizado en la banca, en contraposición con los ideales y las aspiraciones individuales. Refleja el predomino del materialismo sobre el arte en general y sobre el teatro en particular. La mayoría de las personas ansían tener dinero, solo algunos grupos reducidos, gente anómala y extraña, se preocupan por otras cuestiones: el bien común, el arte, la música, el teatro… Locos inconscientes que anteponen esas fruslerías a lo verdaderamente importante, la riqueza.
Todos tenemos nuestro juguete roto, ese sueño que nunca hemos podido conseguir, que incluso sabemos que nunca conseguiremos. Sin embargo, no renunciamos a él porque forma parte de nosotros mismos, de nuestra propia identidad.
“Los sueños que todos tenemos son los que nos mantienen vivos a pesar de las adversidades de la vida. Las cosas nos salen mal, pero nos refugiamos en nuestros sueños, en nuestras esperanzas, en nuestras ilusiones. Sin esos sueños, sin esas ilusiones, la vida sería insoportable”.
“Yo siempre he soñado con actuar, con ser un gran actor y triunfar en el teatro. Pero mi mujer sueña con ser rica, con tener mucho dinero. Y dice que lo que yo pienso solo son tonterías”.