No hay ladrón que por bien no venga, es una comedia de enredos donde un ladrón, sin proponérselo, pone al descubierto la duplicidad moral de la burguesía. Un hombre entra a un apartamento para robar; la mujer lo controla llamándolo por teléfono a “su trabajo”, llega el dueño de la casa con su amante, atiende el teléfono, se crea una confusión y esto atrae a su propia mujer, que aparece entonces en escena. Luego la esposa del ladrón, que ya ha sido descubierto, también hace su entrada, y por último aparece el marido de la amante del dueño de la casa, que cierra el círculo de los interesados jugando el mismo juego de los demás y apostando a la confusión como cortina de humo que a todos beneficia. Desde una situación simple la obra enjuicia la hipocresía del ser humano, fruto de la sociedad en la que vive, y lleva a la reflexión al espectador sin olvidar la diversión y el buen humor.