¿Hacer un juicio a Dios? Es ridículo, gracioso, irrespetuoso para según quién, caricaturesco, loco y raro, muy raro. Y para más “inri”, fue un hecho real, el juicio se celebró en su día, con todos los componentes reales de un juicio, menos el acusado, claro, que no se presentó, ¿puede haber algo más
surrealista que este juicio? Por eso De la Burla representa esta locura, el reto de lo absurdo nos invoca. Forma parte innata de la esencia denuestra compañía poner delante del público la crítica, en este caso una crítica tan abierta a la religión, a las creencias ciegas, a las tradiciones impuestas, absurdas y poco creíbles, sobre todo si se hace desde la risa, edulcorante de los mejores para pasar un posible mal trago. Ridiculizar lo que ya es ridículo por si mismo, es rizar el rizo.