La obra evoca en los personajes de dos comadres a las mujeres de Bernarda Alba, Doña Rosita, la novia de Bodas de Sangre, a Yerma... que Lorca escribió.
Reivindica el valor de la sinceridad. La defensa de los deseos por encima de todo, aferrándose a ellos hasta el final. Es una obra fuerte, con carácter; prácticamente es una tragedia. Hace pensar. Los espectadores se sienten, en cierto modo, reflejados en los personajes y viven la belleza y el sentimiento que encierran las palabras de F. García Lorca y de Raúl Rey en una simbiosis perfecta.