“NO ME LLAMES IRENE, QUE SOY BERNARDO" Doña Encarna rige con mano dura una pensión, y una de sus normas es que no deja entrar mujeres en ella. La novia de un joven estudiante viene con intención de quedarse con él, y no se le ocurre otra cosa que hacerse pasar por un hombre. A partir de ahí comienzan los enredos con los demás huéspedes de la pensión.