Alfonso VIII, el Noble o el de las Navas, es un personaje histórico fundamental para entender Edad Media en nuestra península. Conocido por su victoria en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa junto a los reyes de Aragón y de Navarra, también en su vida aparecen sombras como la humillante derrota del 19 julio de 1195 en Alarcos. De este personaje tan seductor conocemos sus hechos y sus actos, pero tendremos que imaginar cómo era su talante humano. Dentro de sus luchas intestinas desde su tierna infancia por alzarse como heredero del trono del reino de Castilla, entre los Lara y los Castro, dentro de sus enfrentamientos con el resto de los reinos cristianos por asegurar sus fronteras, dentro de su eterna misión de recuperar Al-Ándalus para la cristiandad, encontramos una leyenda, cierta o no, que su nieto Alfonso X el Sabio trascribe de la tradición popular. En ella se nos habla de sus amores con la hermosa judía Raquel, por la que el rey abandonó sus deberes de estado durante siete largos años encerrado con su amada en el palacio toledano de la Galiana.
Es esta lucha interna, entre el deber impuesto por su nacimiento que le impele a ser un gran caballero y el deseo de amor que le apremia a abandonarlo todo, acariciando un sueño de libertad, la que nos ha interesado sobremanera para subirla al escenario e intentar que el público conozca al héroe de las Navas, pero también al hombre abrumado y enamorado que se pregunta por su destino.
Existen numerosas obras dramáticas clásicas que han abordado esta leyenda, desde Lope de Vega, Antonio Mira de Amescua o Vicente García de la Huerta, pero nos hemos basado en la novela del autor alemán Lion Feuchtwanger “La Judía de Toledo” del año 1955 para adaptarla y llevar al espectador un texto más renovado y cercano.