García Lorca bebe continuamente de los manantiales que le aporta su tierra y su experiencia vital, que nace de un amor elocuente y desmesurado, de ahí que “La casa de Bernarda Alba” también tenga su referente real en la antigua aldea de Asquerosa, donde la familia de Lorca tenia una casa y tenían como vecina a Frasquita Alba, viuda, casada en dos ocasiones y con ocho hijos, seis mujeres y dos varones, a las que Lorca le gustaba espiar sentado en el pozo medianero de ambas casas. De esta familia saca el genio de Lorca el germen para construir este drama rural y universal, poético y de una desnudez sobrecogedora, drama que el autor subtitula como “Drama de las mujeres en los pueblos de España” y en el que se nos advierte: que los tres actos del drama tienen la intención de un documental fotográfico.
Con todo esto nuestra intención ha sido acercar el ambiente evidentemente andaluz de la obra a nuestra tierra castellana y manchega, a nuestro pueblo, al mismo tiempo muy cercano a la experiencia del sur. Nos situaremos en uno de nuestros patios manchegos, en alguno de esos que todavía existen y en el que aún anida en nuestro recuerdo el trajinar de nuestras abuelas y nuestras madres, el universo y el espacio de la mujer, la casa, el patio, las bestias en las cuadras, los corrales con las gallinas, el pajar, la higuera, el pozo y ese verano tórrido inundándolo todo. Rumores, fragancias de pericones y aguas de las fuentes, ropa tendida al sol, golondrinas y viejas canciones llenando la tarde donde las mujeres bordaban sus sueños melancólicos aprisionados.