Oh papá… de Arthur Kopit es un latigazo a la convención, a las relaciones dominantes. Es un mundo eminentemente femenino, donde la mujer adopta el papel dominante (Madame) y “redentor” (Rosalía) mientras el hombre asume el papel de sumisión y aceptación (Jonás), “trofeo” (marido de Madame), o de viejo estéril, pretencioso, cobarde y banal (Comodoro).La Madame forma su propio mundo cerrado, represor, engañoso… pero bajo su dominio e influencia. Ella es el despotismo, la arrogancia, el desdén, la piraña feroz y la planta devoradora, la fuerza, la pasión fría y cruel, el desprecio hiriente… y también, tal vez velada y muy sutilmente, entre todo ello, una mueca amarga y desolada.A su lado agachado, dominado, aplastado bajo el peso de su sombra, muchas veces no presente pero intuida y temida, Jonás aparece como el personaje que mueve a la ternura o a la compasión. Es el hijo no deseado, aislado desde la cuna, encerrado siempre en su habitación, triste, anhelante y sumiso. Cree hasta en el engaño patente porque necesita creer en algo.Rosalía viene trayendo el frescor de la hierba del jardín, y su enfrentamiento abierto y valiente, pero al mismo tiempo desenfadado porque no asume sobre ella la influencia de Madame. Rosalía es la que rompe el equilibrio del reducido universo de Jonás.Oh papá… de Kopit es una comedia profunda y extensa. Tan profunda y extensa como nuestros actores sean capaces de comunicar y el público de captar. Una obra que nos hará reflexionar, y en momentos puntuales entrar en la catarsis de elegir entre la risa o el llanto. Es sugerente y a la vez directa, corrosiva y amarga pero también especialmente cómica, porque ¿acaso no tienen cierto halo cómico muchas de las servidumbres y tragedias humanas?